Los jóvenes que no estudian ni trabajan suman casi un millón en nuestro país. A diferencia del caso español, donde el problema es cultural o una preocupación para el Estado de bienestar, aquí es fuente de marginación y pobreza estructural. El problema es grave en nuestra región.
Se dice que los artistas poseen una sensibilidad y una percepción especiales que les permite, en muchas ocasiones, captar las emociones de sus contemporáneos e incluso prever intuitivamente realidades futuras.
Miles de jóvenes viven sus días dominados por la apatía, sin manifestar ambiciones ni proyectos para el futuro, una tendencia que en Europa han apodado como "generación ni-ni", puesto que sus integrantes "ni estudian ni trabajan".
Según una nota publicada en el diario español "El País", más de la mitad de las personas de entre 18 y 34 años de ese país dicen "no tener proyecto alguno por el cual sentirse interesado o ilusionado".
Al parecer, tantos años de bonanza y crecimiento, frenados abruptamente por la crisis mundial, forjaron una generación carente de creatividad para emanciparse y consolidar proyectos de desarrollo, personales y colectivos.
Esta pereza y desgano ante las posibilidades de involucrarse o crecer intelectualmente se produce, paradójicamente, en simultáneo con el avance de tecnologías que, como nunca antes en la historia de la humanidad, permiten el acceso a innumerables cuotas de cultura e información.
Pareciera que el milagro que significa poder obtener tanto conocimiento valioso a través de internet es proporcional a la carencia de curiosidad de estas nuevas generaciones.
Pobreza y apatía
En la región, la falta de motivaciones en muchos jóvenes se complementa con horizontes nada alentadores limitados por las crisis económicas endémicas.
Nuestro país no es ajeno a esta tendencia: de acuerdo con datos de la Organización Internacional del Trabajo más de 750.000 jóvenes no sólo no estudian sino que tampoco trabajan ni buscan trabajo y más de la mitad de ellos están entre los 20 y los 24 años.
Según cifras oficiales, el 12% de los alumnos abandona el secundario al año y, contra lo que puede creerse, la tendencia no sólo afecta a los sectores pobres sino también a las clases medias.
Sin dudas, aquí la incertidumbre a la que están expuestos los jóvenes se agrava por la situación política, económica y social.
Es muy probable que este nihilismo posmoderno se haya gestado en parte por los lamentables ejemplos que han ofrecido las diversas dirigencias (políticas, empresariales, gremiales), responsables históricas de muchas de las penurias del presente.
Los jóvenes enfrentan hoy una realidad en la que la aguda deserción escolar y las débiles políticas educativas no los han nutrido de una necesaria cultura del esfuerzo.
"Muchos empleados de veinte años se resisten a comprometerse y perseverar en el trabajo. De un día para el otro renuncian. Capacitar a esa persona es una inversión que, sin compromiso, se pierde", comentó al autor una supervisora de una conocida marca de ropa.
El contexto sociopolítico tampoco es alentador, puesto que en la Argentina millones de habitantes conviven con un desempleo crónico y una pobreza que los gobiernos no han podido o no han sabido erradicar ni siquiera en los mejores y recientes períodos de auge económico.
Queda mucho por hacer
La Argentina no puede permitirse el lujo de ser presa de esta tendencia derrotista. Son innumerables las cosas que hay por hacer para encauzar el país en una vía de desarrollo: desde la imperiosa necesidad de erradicar el hambre y la pobreza, pasando por las pequeñas actividades de fomento en un barrio, hasta la expansión de obras de exploración petrolífera, por poner sólo algunos ejemplos.
No hay excusas para la falta de emprendimientos. En plena sociedad de la información y del conocimiento deberían aprovecharse las múltiples tecnologías de la comunicación para buscar respuestas a los problemas de nuestra región que hayan sido exitosas en otros países.
En una época en que las comunicaciones eran infinitamente más rústicas Sarmiento tomó un ejemplo foráneo (las maestras norteamericanas) para impulsar la educación pública... ¡y vaya si tuvo éxito!
Si el mundo de los jóvenes hoy son los celulares, Facebook, Twitter o My Space, es imperioso usar estas herramientas con objetivos formativos.
Sólo en YouTube, por ejemplo, puede accederse gratuitamente a clases de música, deportes o de distintas artes que serían provechosas en cualquier ámbito educativo... ¿esto lo saben los chicos? Pero el desarrollo del país no será regalado. Dependerá de las políticas de Estado consensuadas pero también del impulso y el valor ético que los ciudadanos impriman en sus labores diarias.
Es por eso que urge forjar individuos educados, responsables con su prójimo y su hábitat y con gran conciencia cívica. Ése es el mandato que debemos transmitir para despejar esta preocupante modorra generacional.
ENRIQUE FRAGA
Licenciado en Comunicación y autor del libro "La prohibición del lunfardo en la radiodifusión argentina"
FUENTE http://www.rionegro.com.ar/
Se dice que los artistas poseen una sensibilidad y una percepción especiales que les permite, en muchas ocasiones, captar las emociones de sus contemporáneos e incluso prever intuitivamente realidades futuras.
Miles de jóvenes viven sus días dominados por la apatía, sin manifestar ambiciones ni proyectos para el futuro, una tendencia que en Europa han apodado como "generación ni-ni", puesto que sus integrantes "ni estudian ni trabajan".
Según una nota publicada en el diario español "El País", más de la mitad de las personas de entre 18 y 34 años de ese país dicen "no tener proyecto alguno por el cual sentirse interesado o ilusionado".
Al parecer, tantos años de bonanza y crecimiento, frenados abruptamente por la crisis mundial, forjaron una generación carente de creatividad para emanciparse y consolidar proyectos de desarrollo, personales y colectivos.
Esta pereza y desgano ante las posibilidades de involucrarse o crecer intelectualmente se produce, paradójicamente, en simultáneo con el avance de tecnologías que, como nunca antes en la historia de la humanidad, permiten el acceso a innumerables cuotas de cultura e información.
Pareciera que el milagro que significa poder obtener tanto conocimiento valioso a través de internet es proporcional a la carencia de curiosidad de estas nuevas generaciones.
Pobreza y apatía
En la región, la falta de motivaciones en muchos jóvenes se complementa con horizontes nada alentadores limitados por las crisis económicas endémicas.
Nuestro país no es ajeno a esta tendencia: de acuerdo con datos de la Organización Internacional del Trabajo más de 750.000 jóvenes no sólo no estudian sino que tampoco trabajan ni buscan trabajo y más de la mitad de ellos están entre los 20 y los 24 años.
Según cifras oficiales, el 12% de los alumnos abandona el secundario al año y, contra lo que puede creerse, la tendencia no sólo afecta a los sectores pobres sino también a las clases medias.
Sin dudas, aquí la incertidumbre a la que están expuestos los jóvenes se agrava por la situación política, económica y social.
Es muy probable que este nihilismo posmoderno se haya gestado en parte por los lamentables ejemplos que han ofrecido las diversas dirigencias (políticas, empresariales, gremiales), responsables históricas de muchas de las penurias del presente.
Los jóvenes enfrentan hoy una realidad en la que la aguda deserción escolar y las débiles políticas educativas no los han nutrido de una necesaria cultura del esfuerzo.
"Muchos empleados de veinte años se resisten a comprometerse y perseverar en el trabajo. De un día para el otro renuncian. Capacitar a esa persona es una inversión que, sin compromiso, se pierde", comentó al autor una supervisora de una conocida marca de ropa.
El contexto sociopolítico tampoco es alentador, puesto que en la Argentina millones de habitantes conviven con un desempleo crónico y una pobreza que los gobiernos no han podido o no han sabido erradicar ni siquiera en los mejores y recientes períodos de auge económico.
Queda mucho por hacer
La Argentina no puede permitirse el lujo de ser presa de esta tendencia derrotista. Son innumerables las cosas que hay por hacer para encauzar el país en una vía de desarrollo: desde la imperiosa necesidad de erradicar el hambre y la pobreza, pasando por las pequeñas actividades de fomento en un barrio, hasta la expansión de obras de exploración petrolífera, por poner sólo algunos ejemplos.
No hay excusas para la falta de emprendimientos. En plena sociedad de la información y del conocimiento deberían aprovecharse las múltiples tecnologías de la comunicación para buscar respuestas a los problemas de nuestra región que hayan sido exitosas en otros países.
En una época en que las comunicaciones eran infinitamente más rústicas Sarmiento tomó un ejemplo foráneo (las maestras norteamericanas) para impulsar la educación pública... ¡y vaya si tuvo éxito!
Si el mundo de los jóvenes hoy son los celulares, Facebook, Twitter o My Space, es imperioso usar estas herramientas con objetivos formativos.
Sólo en YouTube, por ejemplo, puede accederse gratuitamente a clases de música, deportes o de distintas artes que serían provechosas en cualquier ámbito educativo... ¿esto lo saben los chicos? Pero el desarrollo del país no será regalado. Dependerá de las políticas de Estado consensuadas pero también del impulso y el valor ético que los ciudadanos impriman en sus labores diarias.
Es por eso que urge forjar individuos educados, responsables con su prójimo y su hábitat y con gran conciencia cívica. Ése es el mandato que debemos transmitir para despejar esta preocupante modorra generacional.
ENRIQUE FRAGA
Licenciado en Comunicación y autor del libro "La prohibición del lunfardo en la radiodifusión argentina"
FUENTE http://www.rionegro.com.ar/
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