lunes, 6 de septiembre de 2010

25 de cada 100 jóvenes de entre 18 y 24 años no trabaja ni estudia


BUENOS AIRES.- En la Argentina, 25 de cada 100 jóvenes de entre 18 y 24 años no trabaja ni estudia y dos de cada tres de los que están insertos en el mercado laboral poseen empleos informales.

La marginalidad laboral y social de los jóvenes es un problema complejo que responde a carencias en sus hogares, educación de baja calidad y una legislación laboral no preparada para abrirles sus puertas.

Un estudio de Instituto para el Desarrollo Social Argentino (Idesa) indica que bajo el discurso de generar leyes que protegen a los trabajadores, en realidad se montan poderosos mecanismos de discriminación contra los jóvenes.

"La mejor forma de proteger a los jóvenes es multiplicar las posibilidades de conseguir rápidamente un empleo formal y de alta calidad", sostiene el estudio.

Según la Encuesta Permanente de Hogares del Indec, se observa que un 25% de los jóvenes de entre 18 y 24 años no trabaja ni estudia. El 31% de esos jóvenes sólo estudia y el 44% restante está inserto en el mercado laboral.

Entre quienes no están registrados se encuentran los cuentapropistas, quienes se desempeñan en servicio doméstico o como colaboradores sin salario, y los que reciben un plan oficial.

Aunque son muy generales, los datos confirman las enormes dificultades que enfrentan los jóvenes para obtener un trabajo registrado con un salario digno.

A estas consideraciones, Idesa le agregó en su último informe la necesidad de modernizar el régimen impositivo para quitarle presión al sistema productivo y cobrarle mejores tasas a quienes más ganan, lo que, según el estudio, impactará positivamente en el impulso de la creación de empleos de calidad.

Del mismo modo, el Estado debería mejorar el sistema educativo aportando materias prácticas que enseñen oficios concretos y preparen a los alumnos para insertarse exitosamente en el mercado laboral, señaló Idesa. Destacó también que la inflación y los altos costos laborales perjudican la creación de puestos de trabajo.

Hoy, seis impuestos llamados distorsivos presionan al proceso de producción de cualquier producto con destino al consumo interno y a las exportaciones en el país: Derechos de Importación, Cargas Sociales, Impuesto al Cheque, Impuesto a los Combustibles, Impuestos Internos y Ganancia Mínima Presunta, y representan el 61,4% del Presupuesto Nacional.

Al afectar al sistema productivo, el Estado obliga a quienes invierten que tributen seis veces antes de comenzar a trabajar, incluso a riesgo de que la actividad sufra el impacto de algún factor negativo y deje en bancarrota al emprendedor, sostuvo Idesa.

En tanto, el proceso de venta y el acceso a la rentabilidad afrontan sólo tres gravámenes: IVA, Ingresos Brutos y Ganancias, que suman el restante 38,6% del Presupuesto anual. Jorge Colina, economista jefe de Idesa y responsable del informe, explicó que el Estado podría recaudar los mismo quitando los impuestos distorsivos y modernizando el sistema fiscal. "La Argentina tiene que eliminar gravámenes y basarse más en el Impuesto a las Ganancias, dado que este aporta sólo el 15,6% de la recaudación y es el tributo más progresivo", dijo.

Aseguró que mejorando la escala del Impuesto a las Ganancias y cobrándole más a quienes mejores rentas obtienen, ya no hará falta aplicarle una elevada presión al proceso de producción. Afirmó Colina que países como Australia, Dinamarca y Nueva Zelanda lograron modernizar sus sistemas tributarios sin dejar de recaudar lo mismo y poner en riesgo el financiamiento del Estado. Y cambiaron sus planes de estudios educativos en la escuela pública e introdujeron materias de enseñanza técnica de un oficio. Así, lograron que hasta el 73,8% de los jóvenes de entre 18 y 25 años estén en el mercado de trabajo formal, cuando en la Argentina sólo un 15% llega a un título universitario y se inserta exitosamente.
Fuente: (NA)

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