Una consecuencia de
la fuerte devaluación que sufrió la moneda argentina en los últimos
tiempos es una inflación que, una vez más, muestra una tendencia
creciente, al contrario de lo que se esperaba hasta no hace mucho. Y
como en el dominó, la caída de esa pieza empuja a otra: en una
economía en la que se reduce la cantidad de empleos y cae el poder
adquisitivo del ingreso de los trabajadores, se entiende que se
produce un empeoramiento de los índices de la realidad social, más
allá de los efectos que puedan lograr algunas medidas tomadas por
Gobierno para intentar dar alivio a la situación.
¿A qué personas,
concretamente, se las considera pobres o indigentes en la Argentina
de hoy? La manera de estimar los índices sociales tuvo ajustes a
partir de 2016, cuando se reanudó la medición de estos indicadores
que se había suspendido en 2013, en pleno período de la
intervención política del Instituto Nacional de Estadística y
Censos (Indec). La manipulación de los datos de precios había
llevado, años antes, a la difusión de índices de pobreza e
indigencia tan irreales como los de la propia inflación que, entre
2007 y 2015, daba a conocer el gobierno encabezado por Cristina
Kirchner.
Los ajustes
dispuestos en 2016 hicieron a la medición más exigente e
invalidaron la comparación directa de datos de períodos previos,
incluso de los anteriores a la intervención del Indec. Un recálculo
hecho por el Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales
(Cedlas) concluyó que, si en el primer semestre de 2015 se hubiera
elaborado el índice tal como se lo elabora ahora, la pobreza de ese
entonces habría sido de 29,8% de la población (el último dato
publicado en el gobierno anterior fue de 4,7% para el primer semestre
de 2013). A su vez, para el segundo semestre de 2006 el el índice
habría sido de 38,6%, en lugar del 26,9% estimado en aquel momento.
A los índices de
indigencia y de pobreza, que según la última estadística oficial
difundida hoy son del 7,7% y del 35,4% en el primer semestre de este
año, se llegan tras hacer un cruce de datos de dos insumos
estadísticos, también elaborados por el Indec: uno es el Índice de
Precios al Consumidor (IPC) y el otro, una parte de los resultados de
la Encuesta Permanente de Hogares (EPH).
Los precios que
interesan para elaborar los índices sociales son los de los
productos de la llamada canasta básica alimentaria (CBA). Se trata
de los alimentos y bebidas que se describen en el gráfico y en el
cuadro que acompañan esta nota. Fueron seleccionados en función de
los requerimientos calóricos básicos de un varón adulto de entre
30 y 60 años y de las costumbres de consumo de la población. En
total y para ese grupo de la población en particular, los productos
elegidos aportan -en función de las cantidades mensuales expresadas-
2750 calorías diarias. Hasta 2013 la canasta contemplaba 2700
calorías y una menor variedad de productos. Entre los cambios, se
elevaron las cantidades de frutas (de 4,02 a 4,95 kilos), hortalizas
(3,93 a 5,73 kilos) y carnes (6,27 a 6,6 kilos). Entre otros, se
incluyen en la canasta productos como arroz, huevos, leche, yogur,
pan y bebidas sin y con alcohol.
Una vez que se
obtiene, para el período en cuestión, el valor del conjunto de
bienes, se cruza el dato con los resultados de la EPH referidos a la
cuantía de ingresos de cada hogar. Y entonces, son considerados
indigentes los integrantes de los hogares en los cuales el dinero no
alcanza para comprar los alimentos básicos.
Para llegar al valor
de la canasta se tiene en cuenta cómo está formado cada hogar. Como
el requerimiento de 2750 calorías diarias corresponde a un varón de
30 a 60 años, el precio de la canasta para ese segmento es
considerado el de referencia (se lo llama el valor de "adulto
equivalente") y adquiere, estadísticamente, un valor igual a 1.
¿Para qué? Para calcular cuánto cuesta satisfacer las necesidades
básicas de cada persona según su sexo y edad. Por ejemplo, para los
menores de un año el valor es 35% del "adulto equivalente",
ya que necesitan 952 calorías. Otro caso: los varones de 17 años
requieren más calorías que las del indicador de referencia y, para
ellos, la cifra referente se multiplica por 1,04.
Para definir la
variedad de productos se usan, según la explicación de fuentes del
Indec, datos de la encuesta de gastos de los hogares. Con el rearmado
de la medición en 2016 se tomaron los resultados de un trabajo de
campo más cercano en el tiempo que el utilizado para definir la
canasta usada anteriormente.
Ese relevamiento
aporta otra información para actualizar la forma de hacer la
medición, en este caso de la pobreza. Se trata de los datos que
describen qué porcentaje del gasto de los hogares se destina a la
alimentación y qué porcentajes a otros rubros, como transporte,
vivienda, indumentaria, salud o educación.
¿Quiénes son
pobres? Para calcular qué población cae bajo la línea de la
pobreza también se toma el criterio de observar qué personas y
hogares no obtienen mensualmente recursos para acceder a un
determinado conjunto de bienes más amplio que el de los alimentos
básicos. Para establecer un precio a la denominada "canasta
básica total" se multiplica el valor de la alimentaria por un
coeficiente, que se determina según los hábitos de consumo
detectados en la encuesta de gastos.
Fuente: La Nacion.
Por: Silvia Stang
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